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Un pequeño fallo, un gran impacto


Los que contamos con páginas web, tanto corporativas como de productos, hemos de estar pendientes de que estas funcionen correctamente todo el tiempo.

Nada garantiza una disponibilidad del 100%, pero desde luego no debe llegarse al caso que se expone en esta entrada del blog de uno de nuestros socios.

Como en el colegio, los pequeños fallos son los que más nos hacen perder en el 2.0.

Futbol, redes sociales y teles a la última


Viendo los partidos de España contra Chile y de Argentina contra México me ha sucedido que he acabado viendo el partido con otros cinco amigos, cada uno de los cuales se encontraba en países diferentes.

Hemos visto partidos con ellos de manera presencia. En el estadio, o en los bares, pero ahora, más de diez años después estamos repartidos por distintos países. Al igual que entonces, no hay modo de que nos pongamos de acuerdo en las apreciaciones de las diferentes jugadas. La más pura esencia del futbol.

Cada uno desde nuestros lugares de visión sin querer, pero sin evitarlos, comenzamos a twittear o a comentar estados en Facebook (que permite una conversación a modo de bitácora) que es en el fondo lo que haríamos estando juntos.

Esto que puede parecer una extravagancia a muchos no es ni más ni menos que parte del futuro que se nos viene según vayan convergiendo las plataformas sobre las que vemos la señal de televisión, y las plataformas con las que nos conectamos a Internet.

Algunas marcas ya han sacado (a través de portales propios) la posibilidad de ver videos de YouTube desde la misma pantalla del televisor. Muchos reproductores de BlueRay ya cuentan con esa posibilidad.

Dentro de nada, tener un miniteclado con un mando de bola a modo de ratón, conectado vía Bluetooth con el televisor será estándar, así como la colocación de una salida de red al lado de la salida de antena de nuestros televisores.

Quizás en uno o dos mundiales lo veamos como habitual, pero… ¿no será esto un paso más hacia los televisores murales que Bradbury describió en Fahrenheit 451?

La experiencia del usuario como canal de ventas.


Vale, todos lo sabemos: no hay nada mejor que el boca-oreja para conseguir nuevos clientes.

Para cualquier profesional o empresa que depende de sus servicios, y del prestigio de los mismos para continuar en el negocio, la experiencia del cliente siempre ha sido algo a mimar.

Siempre hay desconsiderados que trabajan sobre la premisa del incauto. Ese cliente que cae por necesidad en sus redes, y que es explotado en una política de tierra quemada, y del que se sabe que no volverá a llamar. Esto es factible en aquellos negocios o servicios acuciados por la urgencia o necesidad: cerrajeros, fontaneros, electricistas.

Pero tiene un recorrido corto. Más pronto que tarde, la gente acaba teniendo una serie de números de teléfono de profesionales de confianza para estos casos, con lo que los “predadores” han de migrar a otros territorios.

Para las empresas, la situación es similar. ¿Cómo seleccionar a un proveedor?

Salvo que sea el único distribuidor de un determinado bien o servicio, lo normal es que tengamos varias alternativas para seleccionar un proveedor. ¿Cómo saber cuál de ellos es el más adecuado para nosotros?

La idea es trasladar la reputación del fontanero o el electricista a nuestro ámbito. Sin entrar en técnicas elaboradas de toma de decisiones, que son necesarias a la hora de inversiones o desembolsos importantes, un criterio rápido de descarte es si existe en la web.

Floristeria informando que pueden encontrarla en Internet. Una página web nos muestra hasta cierto punto lo que la empresa nos quiere enseñar sobre ellos, pero una búsqueda sobre el nombre de la empresa nos dará una idea aproximada de su reputación.

Algo tan simple como entrar en un buscador y hacer una consulta por la razón social nos va a dar mucha información: ¿Tienen web?¿Tienen quejas?¿Cómo lo han resuelto?

Hoy en día, si haces algo mal, recibes quejas. No tienen porqué ser directas. Pueden aparecer en modo de crítica en la web, y ahí es donde la reputación de empresa empieza a fallar.

Debemos considerar que las quejas son en el fondo manifestaciones de experiencias de los usuarios, y que el modo de gestionarlas será el que de confianza a nuestros futuros clientes. Una queja es un regalo, pues nos dan información sobre algo que desconocíamos y que podemos mejorar.

Una respuesta, en tiempo, forma y en el mismo canal en que que se produjo la queja de un cliente, muestra el nivel profesional de la empresa, y transmite confianza a futuros clientes: “Esta empresa responden a los problemas”.

Al final es lo que buscamos: estar en los números de teléfono para cuando hagamos falta.

 

Imagen de Lars Plougmann